La historia del cine uruguayo está plagada de espacios en blanco y nuevos comienzos, con cortos períodos de resurgimiento y largos períodos de inactividad, ya que en un país tan pequeño y sin recursos, el mercado nacional no ha fomentado el crecimiento de la industria, la cual carece de una base material que la sostenga, debiendo siempre depender del extranjero para la producción.
Aunque la primera experiencia cinematográfica uruguaya data de 1898, con el documental «Carrera de bicicletas en el velódromo de Arroyo Seco», de Félix Oliver; el inicio de la filmografía de ficción, lo que propiamente se denomina como cine, comienza recién con «Almas de la costa», de Juan Antonio Borges, un largometraje mudo de 1923, documentado mediante sus afiches como la primera producción nacional.
En 1936 se filmó la primera película sonora uruguaya, «Dos destinos», de Juan Etchebehere. Curiosamente, son muchas las películas que posteriormente se han autodenominado «la primera película uruguaya”.
En los años 50, el cine era el espectáculo favorito de los uruguayos, teniendo el índice de asistencia más elevado de Latinoamérica, con una asistencia de 9,2 veces al año por persona, lo cual no se tradujo en un apogeo de la producción del cine uruguayo, el cual fue desplazado por el cine norteamericano e internacional bajo la creencia de que todo lo que provenía de afuera tenía mejor calidad.
En la actualidad, la asistencia del público al cine es la más baja de Latinoamérica, con un índice que no supera las 0,3 veces anuales. Sin embargo, esta débil e intermitente industria cinematográfica ha conocido algunos éxitos de público e incluso algunos reconocimientos internacionales.
«Pervanche», «Aventuras de una niña parisién en Montevideo» y «Del pingo al volante», son tres películas mudas financiadas por la Bonne Garde, una sociedad benéfica dedicada a la recaudación de fondos con sus producciones, que lograron convertirse en éxitos de taquilla.
El mayor fenómeno de taquilla que se ha registrado fue el largometraje, «El pequeño héroe del Arroyo del Oro», de Carlos Alonso, que se exhibió durante veinte años y se estima que tuvo una asistencia de 150.000 espectadores.
En 1950, la película «Uruguayos campeones», alcanzó una taquilla de 90.000 espectadores. A fines de la década de 1970, «El lugar del humo» obtuvo una asistencia de aproximadamente 45.000 espectadores, mientras que en 1982, «Mataron a Venancio Flores», de Juan Carlos Rodríguez Castro, tuvo casi 20.000 espectadores.
A partir de 1993, la producción nacional experimentó un aumento que parece desmesurado comparándolo con la producción del siglo precedente. Este auge comienza con la película «La historia casi verdadera de Pepita la Pistolera», de Beatriz Flores Silva, realizadora también de «En la puta vida», que se convertiría en el éxito de público del 2001.
En 2001, «25 Watts», el largometraje en blanco y negro de 16mm, de Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella, obtuvo diez premiaciones, incluyendo el premio a la Mejor película del Festival Internacional de Cine de Róterdam y a la Mejor ópera prima del Festival de La Habana.
En el 2005, la película «Diarios de motocicleta» obtiene el Oscar a la mejor canción, para el uruguayo Jorge Drexler, con su canción «Al otro lado del río», marcando un hito sin precedentes para la historia del cine uruguayo.